VOLVER A LOS ORÍGENES
Cuando, tal vez de forma accidental, unas hojas y ramas secas se prendieron fuego, nuestros antepasados se asustaron. Pero atraídos por la luz y el calor se acercaron a investigar. No lo sabían pero estaban en presencia de una reacción química. Ese fuego que nos asombró, también nos permitió cocinar, fundir, trabajar los metales. Así llegó la alquimia y nos acercó a la magia.
Por Valeria Edelsztein
MARÍA, LA DEL BAÑO
Cuando Alejandro Magno fundó Alejandría en la desembocadura del Nilo, no solo creó una ciudad con enormes avenidas y un magnífico puerto sino que fue el artífice de lo que años más tarde sería el centro de estudios científicos más importante del mundo antiguo. En Alejandría durante siglos convivieron griegos, sirios y, especialmente, egipcios que no solo eran expertos caminadores de costado sino que eran excelentes en lo que se refiere a metalurgia, embalsamamiento, preparación de pigmentos minerales, infusiones vegetales, medicina y khemeia, la predecesora de nuestra química.
Hacia fines del siglo III, el gran khemeista de Alejandría era el señor Zósimo de Panópolis, que enseñaba cómo fabricar cerveza, la bebida nacional de Egipto. Gracias a él es que también hoy conocemos la obra de María, la primera mujer khemeista, que alrededor del siglo I escribió importantísimos tratados, la mayoría de los cuales se quemaron en el segundo incendio de la Biblioteca de Alejandría. Al día de hoy, solo sobrevivieron algunos fragmentos de sus obras en las que describe con exactitud la fabricación del cristal coloreado, la creación del famosísimo baño de María (ese mismo que usamos para preparar flan o derretir el chocolate cobertura) y la construcción de equipos de laboratorio que aún sobreviven, con otros nombres. Con el kerotakis, por ejemplo, también conocido como “horno de María” intentó pero nunca pudo obtener oro; en cambio, logró una mezcla de sulfuro de plomo y cobre usada como pigmento y conocida entre los artistas plásticos como “negro María”. El tribikos, parecido a un alambique, fue muy utilizado para destilar líquidos.
DE ARABIA SOY
Cerca del año 300 el emperador romano Diocleciano ordenó quemar los libros de khemeia y perseguir a los khemeistas por considerarlos peligrosos para el Imperio. Afortunadamente, muchos de sus trabajos fueron recuperados por los árabes, incluso rescatándolos del fuego (a los libros, no a los escritores). Así esta práctica se extendió rápidamente por los países árabes donde khemeia se convirtió en al-kímiya. Finalmente al-kímiya se adoptó en Europa como alquimia y a sus practicantes se los denominó alquimistas.
El más célebre alquimista musulmán fue Jabir, que vivió en el siglo VIII y se dedicó sobre todo a estudiar la transmutación de los metales. Le llamaba particularmente la atención las propiedades de dos elementos: el mercurio, único metal líquido a temperatura ambiente, y el azufre, combustible (y además amarillo). Creía que solo necesitaba encontrar “algo” que al mezclarlo con la proporción necesaria de ambos formara oro. Supuestamente esta tercera sustancia activadora de la transmutación era un polvo que los griegos llamaban xerion y los árabes cambiaron por al-iksir. En Europa se convirtió en elixir y fue llamado también Piedra Filosofal, atribuyéndosele la capacidad de hacer inmortal a quien lo poseyera.
Años más tarde, otro alquimista medieval fue el primero en describir el ácido sulfúrico y el ácido nítrico. Estos ácidos se obtenían de los minerales, a diferencia de los ácidos que se conocían hasta ese momento, como el acético (ese que usamos todos los días en la ensalada y que conocemos como vinagre), que venían del mundo orgánico. El descubrimiento de los ácidos minerales fuertes fue un adelanto muy importante porque les permitió hacer reacciones nuevas y acercó a los alquimistas un pasito más a la química.
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El fuego, los metales, los minerales y la ambición nos llevaron a la alquimia. La alquimia, misteriosa y fascinante, nos condujo a la química. Y gracias a la química hoy podemos explicar y entender un poco mejor el mundo en el que vivimos. No sé para ustedes, pero para mí la química es lo más cerca de la magia que podemos estar. Y eso la hace única.