miércoles, 29 de marzo de 2023
Editoriales

TRES FÍSICOS, DOS MEDALLAS Y UN QUÍMICO

Ganar un Premio Nobel no solo asegura gloria eterna para el laureado sino que viene acompañado por un diploma, algunos millones de coronas suecas y una medalla de oro de 200 gramos. La mayor parte de estas medallas terminan siendo donadas a museos, institutos de investigación o universidades. Sin embargo, dos de ellas han sido protagonistas de una increíble historia que tuvo lugar durante la Segunda Guerra Mundial.

Valeria Edelsztein

Es 1940 y los nazis han invadido Copenhague. El físico Niels Bohr se pasea nervioso por su laboratorio del Instituto de Física Teórica. Sabe que tiene apenas unas horas para esconder las dos medallas de Premio Nobel que sus colegas, Max von Laue y James Franck, le enviaron para que protegiera de los nazis. Esas medallas son una gran amenaza para sus dueños porque es una ofensa capital enviar oro fuera de Alemania en plena guerra. La Gestapo lo sabe y Bohr también.

Con los nazis marchando por las calles de la ciudad y los segundos contados, Bohr acude en busca de ayuda a Georgy de Hevesy, un químico húngaro que se encuentra trabajando en su laboratorio.

De Hevesy, contagiado por el nerviosismo, sugiere enterrar las medallas. Pero Bohr no está de acuerdo. Después de todo, los alemanes podrían encontrarlas fácilmente y descubrir, grabados en ellas, los nombres de los físicos rebeldes: sería un peligro para von Laue y Franck.

Afortunadamente, de Hevesy es químico. Piensa en diferentes posibilidades y finalmente se decide por la mejor opción mientras los invasores recorren las calles de Copenhague.

Los nazis entran al Instituto y lo recorren de punta a punta. No hay rastro de las medallas. En un estante, un vaso de precipitados con un líquido naranja espera, paciente. De Hevesy lo sabe y Bohr también.

 

Un regio truco

El oro es un elemento particularmente estable y cuesta mucho disolverlo. Sin embargo, reacciona en algunas circunstancias. Por ejemplo, cuando se utiliza una mezcla de ácido clorhídrico y ácido nítrico que se conoce como agua regia. Curiosamente, ninguno de los ácidos es capaz de hacerlo en soledad pero la unión hace la fuerza. Así, mientras el ácido nítrico, que es un potente oxidante, disuelve una cantidad minúscula de oro formando sus cationes, el ácido clorhídrico aporta iones cloruro que “atrapan” esos cationes manteniéndolos en solución. Esto logra que, finalmente, todo termine disuelto.

De Hevesy, quien años más tarde ganaría su propio Nobel, conocía esta propiedad del agua regia y tuvo la brillante idea de disolver las medallas para esconderlas. Las puso dentro de un vaso de precipitados, agregó el agua regia y esperó. Fue un proceso extremadamente lento, una tarde insoportable. Ni él ni Bohr estaban seguros de lograr concretar su objetivo antes de que los nazis entraran al Instituto. Pero poco a poco las dos medallas desaparecieron ante la vista de los investigadores. Cuando los nazis saquearon el Instituto ni siquiera alzaron la vista para admirar ese líquido naranja brillante que descansaba en un estante alto del laboratorio, entre frascos y reactivos.

El tiempo pasó y tanto como Bohr como de Hevesy tuvieron que huir. Terminada la guerra, pudieron regresar a Dinamarca y a su maltrecho laboratorio para ¡oh sorpresa! encontrar el vaso en su estante con su contenido inalterado.

La química nuevamente vino en su ayuda. De Hevesy recuperó el oro de la solución (posiblemente usando algún agente reductor) y en 1950 Bohr se lo envió a la Real Academia Sueca de Ciencias en Estocolmo. No se sabe qué ocurrió con la medalla de Max von Laue pero los registros de la Fundación Nobel muestran que, en 1952, Franck recibió su medalla reacuñada en una ceremonia en la Universidad de Chicago.

 

¿Y la medalla de Bohr?

Niels Bohr realizó contribuciones fundamentales para la comprensión de la estructura del átomo y la mecánica cuántica y ganó el Premio Nobel de Física en 1922. ¿Por qué no disolvió su medalla también? Porque, en 1940, la había subastado para ayudar a los damnificados en Finlandia. El ganador de la subasta donó la medalla al Museo Histórico de Dinamarca, donde se exhibe hasta el día de hoy.

 

  • El Oso Producciones El Oso Producciones
  • C&M Publicidad C&M Publicidad