La manía y la depresión
La manía, que se caracteriza por la combinación de períodos de desmesurada energía, optimismo, nerviosismo y sensación exagerada de bienestar, provoca problemas y dificulta las relaciones laborales y afectivas. El paciente, durante este lapso, suele tener comportamientos extraños vinculados a las compras compulsivasy tiende a tomar malas decisiones sexuales. Incluso, la generación de alucinaciones puede conducir a una desconexión con el contexto y, en última instancia, requerir de hospitalización.
La psicóloga y profesora de psiquiatría en la Johns Hopkins University en Estados Unidos, Kay Jamison, en su libro “Una mente inquieta” (Tusquets, 1995), relata cómo la manía constituye un estado de una plenitud, beatitud y un sentimiento de poder que, en sí mismo, es muy adictivo. Sin embargo, al mismo tiempo es muy destructivo, en la medida en que se pierde la inhibición, los filtros y el registro del contacto con la realidad. “Las personas suelen tener ideas delirantes, megalómanas, de sentirse alguien especial, designado por Dios, un profeta”, explica el psiquiatra Federico Pavlovsky.
La depresión, cuyos rasgos son la tristeza, la desesperanza, el sentimiento de inutilidad y hasta el desarrollo de ideas suicidas, también obstaculiza las relaciones con sus seres queridos y demás conocidos. El individuo se encierra en sí mismo, evita el contacto y pierde el interés en todas las actividades. Incluso se despega de aquellas que hasta hace un momento le producían satisfacción. “La fase depresiva se caracteriza por una gran intensidad y dolor. Si bien el trastorno bipolar comienza con manías, luego culmina teniendo más depresiones que manías; se constituye en un estado de melancolía, angustia y desesperanza”, dice Pavlovsky. Según se estima en la literatura médica, el trastorno se asocia con un índice de suicidio del orden del 15 por ciento, un valor 30 veces superior en comparación con lo observado en la población general.
Si bien el trastorno bipolar es una condición que acompaña al paciente durante toda la vida, existen tratamientos en base a medicamentos (estabilizadores de estado de ánimo) que, combinados a la asistencia psicológica, producen buenos resultados. Desde aquí, apunta Pavlovsky: “La psicofarmacología ha ayudado mucho a mejorar la calidad de vida de muchos pacientes. El litio es un fármaco que se empleaba a mediados del siglo XX y se sigue usando con éxito”. La comunicación fluida de los profesionales de la salud con los pacientes y con sus familiares es decisiva. De hecho, aquellas personas que reciben contención profesional y afectiva pueden sortear de manera más adecuada los problemas.