miércoles, 29 de marzo de 2023
Editoriales

ES QUE ME SUBE EL COLESTEROL

¡Ay mamacita! No. No enloquecí. Seguramente más de una vez miraron preocupados su análisis de sangre buscando el valor del colesterol. O eligieron productos en la góndola “0% colesterol”. La pregunta es ¿realmente tengo que preocuparme tanto por el colesterol? Y más aún ¿qué es y para qué sirve?

Por Valeria Edelsztein

Confesémoslo. La mayoría pensamos en el colesterol como una especie de monstruo temible que tenemos que combatir y que justo da la maldita casualidad que viene acompañado de los alimentos más ricos de la picadita (porque no me van a decir que el salamín no es una de las delicias de la vida). Bueno, esta es una imagen bastante equivocada.

Técnicamente el colesterol es un lípido y más técnicamente, un esterol. Esto no nos dice demasiado pero para que se den una idea de lo importante que es basta con saber que no podríamos vivir sin él: forma parte de las membranas celulares y además lo necesitamos para construir vitamina D, hormonas y sales biliares. Y esas son solo algunas de sus funciones. Tan importante es que, si hacemos una dieta libre de colesterol, nuestro cuerpito se encarga de producir todo el que necesitamos.

Por eso, la primera idea a descartar es que el colesterol, es perjudicial. Al contrario, es totalmente necesario para la vida. El problema, como siempre, son los excesos.

 

¿De dónde viene?

La mayor parte del colesterol que circula en la sangre se forma en el hígado y en el intestino (aproximadamente un 70%) y la otra parte proviene de los alimentos que consumimos. ¿Cualquier alimento? No. El colesterol es un producto exclusivo de los animales. Por eso, todos los productos de origen vegetal no tienen ni un miligramo de colesterol. Los aceites vegetales “libres de colesterol” o “0% de” son puro marketing. Es como decir que tenemos una morcilla 100% libre de lechuga.

 

¿A dónde va?

Así como el aceite no se mezcla con el agua, el colesterol tampoco. Esto quiere decir que no puede moverse por la sangre (que es mayormente agua) así nomás, libremente. Para solucionar este problema y poder llevar los lípidos a los tejidos que lo necesitan, la naturaleza, que ya sabemos que es muy sabia, posee un mecanismo de transporte muy inteligente: las lipoproteínas, una especie de cápsulas formadas por una combinación de lípidos y proteínas. La parte externa de la cápsula se “lleva bien” con el agua (es decir, es hidrófila) y su interior todo lo contrario (es hidrófobo). Así el colesterol se ubica adentro de la cápsula en un entorno donde se siente cómodo y viaja por la sangre unido a estas proteínas transportadoras.

De acuerdo a la cantidad de proteínas que se combinen y al tipo de grasa que transporten, las lipoproteínas son más o menos pesadas. Básicamente hay cuatro tipos de lipoproteínas y todas son importantes pero hay dos que son viejas conocidas de los análisis de sangre: HDL (High Density Lipoprotein) también conocido como “colesterol bueno” y LDL (Low Density Lipoprotein) alias “colesterol malo”.

 

Ángeles y demonios

Pero ¿por qué uno es bueno y el otro no?

Las lipoproteínas de baja densidad (LDL) en sí mismas no son dañinas. De hecho, son las encargadas de transportar el colesterol hacia los tejidos. Pero en exceso, pueden acumularse en las paredes de venas y arterias dificultando el transporte de oxígeno a través de la sangre y favoreciendo la formación de coágulos lo que aumenta el riesgo de problemas cardiacos y cerebrales.

Las HDL hacen el camino inverso: transportan el colesterol desde los tejidos del cuerpo hasta el hígado. Como “barren” con el colesterol evitan que se oxide y se acumule en las paredes de las venas y arterias formando placas que paulatinamente las van tapando.

Como ya habrán deducido, cuando nos hacemos un análisis de sangre y nos dan un valor para el colesterol, lo que en realidad nos están diciendo es la cantidad de colesterol que hay dentro de las lipoproteínas. Las técnicas más comunes nos permiten separar los diferentes tipos de lipoproteínas y entonces la información que podemos obtener es: colesterol total que equivale al colesterol contenido en todos los tipos de lipoproteínas juntas, colesterol HDL o «bueno» que es el colesterol que contienen solo las lipoproteínas HDL y colesterol LDL o «malo» que es el más difícil de obtener separado así que se calcula mediante una fórmula compleja, restándole al colesterol total el resto de cantidades de colesterol que contienen otras lipoproteínas.

Tener una relación HDL : LDL elevada es lo ideal y para tener más colesterol “bueno” y menos colesterol “malo” algunas sugerencias son:

  • Moderar el consumo de alimentos con alto contenido de grasas saturadas y colesterol como carnes con grasa, productos lácteos enteros y sus derivados (queso, manteca). Preferir las grasas de origen vegetal (aceite de oliva, maíz, canola).
  • Hacer ejercicio diariamente (30 minutos de caminata enérgica, por ejemplo).
  • Consumir más alimentos bajos en grasas saturadas y colesterol y altos en fibra: variedad de frutas y verduras, granos, productos lácteos descremados, carnes magras, nueces y semillas.
  • Consumir pescados o productos que tengan ácidos grasos poliinsaturados (los famosos omega) como semillas de lino.

 

Ahora que lo conocemos un poco mejor, es momento de dejar de temer al colesterol para comenzar a respetarlo. Después de todo es solo una cuestión de actitud, como diría Fito, y también de moderación.

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