DE BARRY WHITE A LOS BEE GEES: LOS SECRETOS DEL HELIO
El cumpleaños del tío o los quince de la vecina pueden ser un lugar ideal para experimentar. Después de algunas copas de más o por culpa de un alto contenido de azúcar en sangre, esos globos brillantes, llenos de helio, se vuelven irresistibles. Y basta con que uno empiece para que, en minutos, todos estemos hablando con una voz rarísima, como la del Pato Donald.
¿Por qué este gas es capaz de convertirnos en el alma de la fiesta? La clave del éxito vocal y festivo del helio se debe a una combinación entre su densidad y la manera en que nosotros producimos sonidos.
Por Valeria Edelsztein
Seamos perros desafinados o tenores destacados, todos los seres humanos emitimos sonidos de la misma manera: haciendo que nuestras cuerdas vocales vibren mientras exhalamos el aire de los pulmones.
Pese a su nombre, las cuerdas vocales no tienen forma de cuerdas sino que son unos pliegues membranosos – su nombre anatómico es pliegues vocales – muy resistentes y unidos a la laringe. Entre los pliegues hay un hueco, llamado glotis, por el que pasa el aire y los movimientos de la boca, especialmente la lengua, nos permiten articular diferentes sonidos y pronunciar palabras.
Valeria Edelsztein
Mientras respiramos y estamos en silencio (lo cual lamentablemente no ocurre con la frecuencia que debiera para algunas personas), las cuerdas vocales están relajadas y el aire pasa sin oposición por la glotis. Pero al hablar, los músculos se contraen y las cuerdas se tensan. La glotis se hace más pequeña y el aire que pasa por el huequito las hace vibrar generando sonidos.
Cada uno de nosotros tiene un tono de voz característico que depende de la forma y tamaño de las cuerdas vocales, la laringe, los senos nasales y la boca. Pero, además, jugando inconscientemente con la velocidad de expulsión del aire y la tensión de las cuerdas podemos lograr sonidos más agudos, más graves, gritos y susurros. Así, conseguimos imitar los bajos de Barry White y alcanzar el célebre Stayin’ Alive (Ah, ha, ha, ha…) de los Bee Gees, maraca en mano, durante el carnaval carioca.
¡Qué denso!
Podríamos decir que se trata de un gas clave para la vida en la Tierra porque cumple un papel fundamental en la generación de energía solar. Podríamos, incluso, sostener su importancia en los equipos de resonancia magnética y en los estudios de superconductividad. Pero seamos sinceros, por muy serio que queramos hacerlo parecer, probablemente todos reconozcamos al helio por su característica más divertida: la de hacernos hablar raro luego de inhalarlo.
Dijimos que el quid de la cuestión está en su densidad.
Las ondas sonoras se comportan de manera diferente dependiendo del medio a través del cual están tratando de moverse. Normalmente, en el aire que respiramos, las ondas generadas por nuestras cuerdas vocales se mueven a una velocidad constante de alrededor de 350 metros por segundo. Pero el helio es menos denso que el aire y esto significa que las ondas sonoras viajan a través de él mucho más rápido (alrededor de 900 metros por segundo) durante el corto tiempo que tardan en recorrer su camino a través de la garganta y de la boca. Y esta diferencia en las velocidades es lo que hace que nuestra voz suene diferente.
¡Momentito! ¿Esto quiere decir que si tuviéramos un gas MÁS denso que el aire podríamos generar el efecto contrario? Exactamente. Por ejemplo, usando hexafluoruro de azufre, argón o xenón. Y si no me creen compruébenlo ustedes mismos en este brevísimo video de “Los cazadores de mitos”:
¡Ojito!
Por más que nos resulte muy divertido jugar con nuestras voces, inhalar helio puede ser peligroso porque evita el ingreso de aire (y consecuentemente oxígeno) en nuestros pulmones y, además, no se estimula el reflejo respiratorio, desencadenado principalmente por la presencia de dióxido de carbono. Lo mismo ocurre con el xenón que, además de carísimo, tiene propiedades anestésicas.